Tengo la sensación de que a lo largo de mi vida ha habido una estrella guardiana que guiaba mi camino, aunque
muchas veces no la viera con claridad o en ese momento no entendiera lo que me quería decir.
Me imagino a esta estrella como un símbolo de sabiduría, equilibrio y fortaleza, que son cualidades que toda mi
vida he buscado y me han guiado sin saberlo.
Como una brújula silenciosa, en quien puedes confiar que ha acompañado y cuidado en cada decisión importante,
en cada giro del destino, llevándome hacia lo que realmente tenía (y tiene) sentido para mí.
Mi infancia fue delicada, siempre sentí que tenía que estar pendiente de cuidar a los demás y que eso no me
permitía expresarme o ser yo mismo como niño, por eso me volqué hacia dentro, era tímido y tenía dificultad para
socializar.
Sin embargo, una fuerza guardiana y cuidadora en esos momentos me llevó a encontrar mi refugio en la
introspección y de manera sutil, descubrir muy temprano la meditación, además ahora entiendo que enseñó a
escuchar a los demás y fortalecer desde niño esa habilidad.
Lo que comenzó como una forma de escape se convirtió, con el tiempo, en una búsqueda de mí mismo y del
sentido de la vida.
Más adelante a mis 18 años, puede parecer que por casualidad porque había un gimnasio junto a mi casa, me
apunté a aikido, un arte que me llevó a descubrir el equilibrio entre la fuerza y la suavidad.

Y también conocer a mi maestro, un hombre fascinante, pequeño pero increíblemente eficaz, que me cambió para
siempre.